Por Magela Crosignani*
Llego a casa y pongo la alarma. Tengo miedo de olvidarme que soy madre y te quedes solo en el jardín, sin nadie que te vaya a buscar. Mi abuela murió con Alzheimer y a veces siento que a los cuarenta yo ya muero de lo mismo.
¿Soy madre cuando cruzo la calle con los ojos cerrados?
Cuando tenía 4 o 5 años viajamos a Brasil con mi familia y un bus lleno de gente desconocida. La primera noche de esa excursión por las carreteras de Brasil no cenamos, la empresa turística se había confundido y había mandado las bandejas con comida al bus que iba adelante con menos pasajeros. A ellos les sobraban bandejas, y a nosotros nos faltaban.
En ese viaje me perdí. Quedé sola en un parque botánico grande como el universo. Caminé por lo que parecieron horas, tomé decisiones, calculé que ya nadie vendría a buscarme y que ahora era pobre y necesitaba aprender portugués. Recuerdo ese exacto pensamiento. Luego de caminar en fila mirando los árboles con la gente de la excursión miré hacia atrás y no había nadie. Mi madre, mi padre y mi hermano ya se habían ido.
¿Era hija cuando corría por el parque y el sol pegaba en el verde cegando el camino?
¿Era madre mi madre que no sabía que yo no estaba, y que ella se estaba yendo en un bus hacia otro destino?
¿Era padre mi padre que no sabía que yo no estaba, y que él se estaba yendo en un bus hacia otro destino?
*Magela Crosignani nació para hacer cine, pero cuando nació su hijo Sasha se dio cuenta que podía hacer muchas cosas más.
**Imagen maravillosa por Alejandra Arreger.
**** Este texto forma parte de los encuentros de El silencio de las madres.