Washington, 21 de febrero de 1953, sábado
Leinha querida:
Recibí recién tu carta del 14, cariño. Ustedes ya deben haber recibido mis cartas explicándolo todo bien. Pero repito: este parto no tuvo ninguna de las horribles complicaciones del otro. Perdónenme mil veces, pero yo sabía que iba a ser una cesárea; los médicos, sin saber por qué la vez anterior había sido también así, decidieron no arriesgarse. Pero yo no estaba preocupada y Maury tampoco. Acá hacen muchas cesáreas, y a dos brasileras que ya se fueron les hicieron acá, a cada una, tres cesáreas perfectas. También pensé que no tenía que contarles porque habían dicho que solo lo decidirían despues de una radiografía. La hicieron y dijeron que el parto iba a ser normal, que no había motivo para no esperar. Pero cuando llegó el día que habían calculado más o menos para el parto y todavía no había contracciones, a ellos (porque son dos que trabajan alternadamente) les pareció más simple fijar un día y esperar. Entré en el hospital el día 9, lunes, a las 2 de la tarde para prepararme para el día siguiente. Les juro que estoy tan bien que no sé ni cómo explicarlo: el corte cicatrizó rapidísimo, desde el quinto día no llevo ni una gasa. Hago todos los movimientos, me ducho, bajo escaleras. Y de ánimos no podría estar mejor: me siento muy leve, aliviada, animada y contenta. Eso me recuerda una frase que una chica (Helena) escuchó en un restaurante, en la mesa de al lado, dicha por una mujer desconocida: “El alma es misteriosa; pero el cuerpo lo es mucho más”.
Eliana no estaba acá porque no le avisé a nadie que iba al hospital. Me pareció mejor así. Llegó un día después del nacimiento de Paulinho. Tuve, sí, malos momentos, que afortunadamente no fueron horribles y pasaron rápido. Momentos más de debilidad nerviosa que otra cosa. Sentí, sí, la falta de ustedes, no tengo ni que decirlo. Ahora ya está contada toda la historia, y repito: juro por dios que no puedo creer la enorme diferencia entre el primer y el segundo parto. Acá no hubo ninguna “carnicería” médica y me quedé solo ocho días en el hospital en vez de casi un mes, como en Suiza. Tengo una enfermera estupenda, una negra maravillosa y cariñosa que se quedará con nosotros como mínimo dos semanas. Avany es una joya de chica, siempre llena de buena voluntad y muy inteligente. Pedrinho, con el ambiente tranquilo, pudo recibir toda mi atención, así que no estuvo celoso. Está muy cariñoso conmigo, dice que me va a regalar una casa grande, con mucha comida adentro. Yo preferiría que me regalase una niñera.
Maury fue tan cariñoso que sobrepasa las palabras que yo pueda usar. Se repartió infatigablemente entre Pedrinho y yo, para que ninguno de los dos se sintiera solo. Como Pedrinho estaba en el colegio, él comía en el restaurante del hospital. Deseaba mucho una nena, y a mí me preocupaba que se sintiera decepcionado. Pero ahora está muy feliz con Paulinho. “Este” es un amor, Leinha. Sigo amamantándolo (para asegurarme le pedí al médico que me recetara un poco de mamadera complementaria). Estoy tan asombrada de seguir amamantando… Nunca lo habría esperado. Paulinho es muy lindo, ¡me había equivocado!
Querida mía, espero que esta carta acabe con cualquier preocupación que puedas tener. Dentro de seis semanas voy a ir al médico. Todavía no recibimos su factura. Maury pagó por ocho días de hospital 350 dólares. La enfermera cuesta 12 dólares y medio al día. Pero la tranquilidad que nos da (además de lo que Avany aprende) vale la pena. Le mandé fotos. Espero que no se pierdan…
Hija mía, escribime, decime cómo van aquellas molestias. Decime también cómo te va en el trabajo (no me dijiste nada de eso) y cómo van tus finanzas. ¿Qué tal el Jornal do Comercio? ¿Te aumentaron el sueldo? Recibí con bastante regularidad los suplementos. Es estupendo.
Un beso de tu Clarice*
*Carta escrita por Clarice Lispector, publicada en el libro En estado de viaje.
***Collage maravilloso por Esperanza Bacigalup Vértiz.