Las madres no solo se escriben a sí mismas, también son escritas por su descendencia. Acá un relato de Ana Novatti sobre Elena, su madre o, como ella la llama en el texto, «madre», a secas.
Elena
“No tomes agua tan fría, te va a caer mal”, dice madre. La verdad, varias veces lo hice y nunca me pasó nada. No suelo desayunar, eso sí me cae mal, pero incluso esas insólitas mañanas en las que me desperté sedienta de agua tan fría como si fuera deshielo del Cerro López, así y todo y con el estómago vacío, no me cayó mal. Pero no tengo manera de hacerle entender eso a madre. Ella sigue convencida. También lo está de que varios alimentos, como por ejemplo el alcaucil, tiene que ser calentado previamente si recién sale de la heladera, o dejarlo un rato en la mesa para que agarre temperatura ambiente.
Muchas veces pensé que, en lugar de hacerle caso a abuelo y convertirse en profesora de inglés, tendría que haber estudiado bromatología y así encausar esa obsesión por la conservación y cocción de los alimentos, por las fechas de vencimiento, por la cantidad de veces que cambió de estado un pedazo de carne o el tiempo que estuvo sin frío un sachet de leche. Cada producto que guarda en la heladera es meticulosamente lavado, y no, no me refiero a lavar la fruta o la verdura antes de guardarla en el cajón de abajo de todo, sino a los frascos de cualquier tipo o botellas. Todo, absolutamente todo, tiene que estar limpio.
Me da pena saber que en José Mármol cortan tanto la luz, sufro del calor cuando es verano o del aburrimiento en el invierno pero, por sobre todas las cosas, sufro cuando la veo repasar mentalmente todo lo que tiene en el freezer. Durante años, o prácticamente durante toda mi vida, cada vez que se cortaba la luz en casa, madre llenaba la conservadora para la playa con todo lo que tenía en la heladera y se iba hasta lo de los abuelos, vivían a sólo diez cuadras pero no recuerdo que se les haya cortado la luz más que por algún cortocircuito interno. La impotencia que nos traía Edesur y su don para bajar la palanca siempre en las mismas manzanas del conurbano era revertida gracias a este atajo que ella podía tomar: correr a lo de sus papás para llevar la comida que teníamos en la heladera. Mis abuelos murieron y la casa tardó tres años en venderse. Durante esos tres años, la heladera no se desenchufó y a pesar de la soledad y las tinieblas de la casa vacía en la que pasó gran parte de su vida, algo la llevaba a juntar todo e ir hasta allá.
Sé que lo anecdótico de pensar su vínculo con la conservación de la comida sólo demora un poco más conocer cuál es el verdadero vínculo problemático: el de ella con la comida. Por más que suene ilógico, cuando rehogo cebolla en aceite para hacer una salsa, aunque esté a kilómetros de distancia siento que ella puede sentirlo, y ni hablar cuando en lugar de aceite, uso manteca. En mi casa se rehogaba en agua, o se cocinaba en agua. No por falta de aceite, era una elección: los fritos hacen mal. En mi casa no comíamos pizza de pizzería, como mucho, prepizzas de panadería. Las milanesas eran al horno, sin aceite en la placa. La leche siempre descremada, el queso de paquete verde (y podés sólo un cassette por día), la gaseosa light.
En la casa de mi tía se repiten las mismas enseñanzas. Y en la de mi otra tía son apenas más rebeldes, pero tampoco tanto. ¿Qué podés esperar de tres hermanas anoréxicas? ¿Qué podés esperar de tres hermanas que incluso con más de 60 años siguen haciendo dieta cuando los médicos les dicen que ya no pueden adelgazar más? ¿Qué podés esperar de tres hermanas que cuando mis abuelos estuvieron internados las vi una y cada vez almorzar un café con una traviata de queso? ¿Qué podés esperar de tres hermanas que tuvieron padres que sufrieron el estigma de la gordura y tuvieron hijos que también?
Madre tiene millones de libros de cocina, ama cocinar, ama mirar la tele y descubrir nuevas recetas y, lo peor de todo, es que cocina riquísimo. Cuando hace sus comidas de dieta, sin aceite y sin mayonesa, incluso ahí, todo lo que hace es riquísimo. Es una gran pastelera, adora las tortas y así como nunca comimos hamburguesas Paty dentro de su territorio, nunca faltaron los bizcochuelos caseros ni los scons los domingos.
Muchas cosas no sé por qué las sé, quién decidió que era importante que contara con ese saber, pero hay cosas muy simples, específicas, casi naturalizadas que las sé, no sólo porque madre me las enseñó, sino porque quiso hacerlo:
La papa, batata y choclo se comen en pocas cantidades.
Hay que comprar las milanesas de soja que no son prefritas.
La mermelada siempre es BC.
Si antes de cenar tomás un vaso de agua o una taza de caldo comés menos.
En el colegio a las gordas les hacen la vida imposible.
Cuando ella era chica y abuelo hacía dieta sólo se comía bife con ensalada, todos los días lo mismo, pero hoy hay muchas más opciones.
Hay dietas que generan efecto rebote.
Muchas horas sin comer te predisponen a un atracón.
Existe un lugar llamado DietaClub.
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Collage maravilloso por Esperanza Bacigalup Vértiz